Cuando hablamos de Arte en Bellas Artes, parece que una vorágine de personas vienen a resoplarnos en el oído. Queremos resolverlo todo muy rápido, parece que todo fuera una gran serpiente la que nos ahorca el cuello. El arte sin embargo es como una pequeña barquilla de papel, que flota imperceptible por muchos, que se puede hundir más a cada instante. Todos se quieren subir a la barca, muy pocos son los elegidos. Los jóvenes tienen prisa por hacerlo, los más maduros ya no creen en el mercado de arte, los que abandonaron la carrera ya estarán en sus casas mortificados.
El arte, es y siempre será una paradoja sólo para valientes. No depende sólo de los materiales que se necesitan, sino de la imaginación de los involucrados. Un arte mejor llevado debería funcionar mejor en forma grupal, pero lo cierto es que los seres humanos solamente en la juventud somos gregarios, luego cada uno se sube en su barca, tomando con madurez la realidad. Una que nos viene con la carga de ser tercermundistas, inexistentes para el exterior muchas veces, invisible para el mundo del capital invisible y su indecible patriarcal modo de ver el mundo.
Para hacer un camino en el arte hay que andar despacio, para tener un buen resultado y pasar de la fotografía de arriba a la fotografía de abajo todo toma su tiempo. El arte cuando maduro es mucho mejor, y es mejor comprendido.
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